Un terremoto catastrófico sacudió Marruecos el viernes por la noche, cobrando vidas y dejando a muchas comunidades en medio de la desolación. Voces de desesperación y valentía se alzan mientras el mundo se une en apoyo.
La noche del viernes, a las 11:11, Marruecos se estremeció ante la furia de un terremoto de magnitud 6.8 que desencadenó una serie de tragedias. Las consecuencias han sido devastadoras: al menos 2,500 personas han perdido la vida y más de 2,420 resultaron heridas en una decena de provincias afectadas.
El epicentro de este sismo se localizó a 71 kilómetros al sur de Marrakech, una ciudad icónica y centro económico del país, a una profundidad de 18.5 kilómetros, según informó el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). En un giro de los acontecimientos que aumentó aún más la angustia, aproximadamente 20 minutos después, una réplica de magnitud 4.9 sacudió la región.
«Sentimos un violento temblor y me di cuenta de que era un terremoto. Vi los edificios moverse», contó Abdelhak El Amranim, de 33 años y que vive en Marrakech, a la agencia AFP.
«Luego salí y había mucha gente allí. La gente estaba en estado de shock y pánico. Los niños lloraban y los padres estaban angustiados».
Este trágico suceso se posiciona como uno de los terremotos más mortales en la historia reciente de Marruecos, siendo comparable al ocurrido el 24 de febrero de 2004, que tuvo una magnitud de 6.4. Sin embargo, la magnitud de esta tragedia se hace aún más evidente cuando se considera que la mayoría de las víctimas se encuentran en aldeas remotas, especialmente en las montañas del Atlas, donde la infraestructura es limitada y las viviendas son principalmente antiguas y vulnerables.
Michael Bizet, un ciudadano francés con varias propiedades en el casco antiguo de Marrakech, le dijo a la agencia de noticias: «Pensé que mi cama se iba a volar. Salí a la calle medio desnudo e inmediatamente fui a ver mis riads (casas tradicionales marroquíes)».
«Fue un caos total, una verdadera catástrofe, una locura».
La periodista marroquí Aida Alami, quien creció en Marrakech y ha estado en contacto con sus padres, que se encuentran en esa ciudad, dice que el terremoto fue totalmente inesperado.
«No es un país donde la gente sabe qué hacer en caso de terremotos y simplemente salieron. Estaban realmente preocupados por las réplicas y no sabían qué hacer y nadie les decía qué hacer», dijo a la BBC.
El rey de Marruecos, Mohamed VI, interrumpió sus vacaciones en Francia y regresó de inmediato a Rabat para liderar una reunión de emergencia con el Gobierno y las fuerzas de seguridad. Las autoridades han hecho un llamado urgente a los residentes para que donen sangre, ya que los hospitales han experimentado una abrumadora llegada de heridos.
La comunidad internacional también ha respondido con solidaridad ante esta tragedia. Líderes de todo el mundo, incluyendo al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el ministro de Finanzas británico, Rishi Sunak, han ofrecido ayuda a Marruecos en este momento de necesidad.
Sin embargo, la magnitud total de la devastación aún es incierta. Las zonas remotas y montañosas han quedado prácticamente aisladas debido a carreteras bloqueadas y destruidas. Mohamed Taha, periodista de la BBC, informa que podría pasar mucho tiempo antes de que los rescatistas puedan llegar a estas comunidades que han sido golpeadas con fuerza por este desastre natural.
El país se encuentra en una carrera contrarreloj para salvar a las personas atrapadas bajo los escombros, mientras que los ciudadanos locales y los equipos de respuesta trabajan incansablemente para encontrar sobrevivientes y proporcionar ayuda vital. La solidaridad internacional y el apoyo son esenciales en estos momentos difíciles, ya que Marruecos se enfrenta a la inmensa tarea de recuperarse de este trágico terremoto y reconstruir las vidas de aquellos que han sido afectados por esta catástrofe sin precedentes.